1 de septiembre de 2017

Nube, acaso

NUBE, ACASO

Alguien nos lo dijo, aunque nunca supimos quien, y salimos todos presurosos al balcón ardiente de las dos y diez de la tarde del primer día de agosto, para ver el extraño fenómeno. Pero cuando llegamos al lugar exacto de la carretera incandescente, nos costaba trabajo creer que fuera verdad tanta belleza como la que estaba expuesta en el cielo.
Estaba encima de nosotros, y encima del pueblo como si quisiera absorberlo, o, tal vez, protegerlo. Estaba en perfecta alineación con la carretera enmudecida, y era tan blanca y solemne que hasta los chopos se inclinaban y las bodegas se abrían solas para verlo en su esplendor.
Nos parecía como si estuviéramos debajo de un barco encantado que navegara silencioso por un cielo de nadie, y que su quilla apuntara sin remedio a la torre y las campanas.
No sabíamos qué pensar, porque otros, sin embargo, aseguraban que se trataba de una nube de incienso milenario que era quemado en el altar del olvido para pedir clemencia por las culpas colectivas.
Mientras tratábamos de conciliar nuestras distintas impresiones nadie se percató del paso del tiempo, y fue lo cierto que a la tres, lo que parecía una nube mágica ya se había deshilachado conformando una pacífica desbandada de algodones de plata que flotaban mansamente en los comienzos del sueño vespertino.

Texo: Santiago Izquierdo

Muchas gracias, Santiago, por hacernos partícipes de tu visión poética y mágica, de esta espectacular nube, suspendida a la entrada de Fuentemolinos, el día 1 de agosto de 2017.